Hoy en la universidad se están discutiendo temas que son muy relevantes, puesto que nos afectan directamente a nosotros o a nuestros compañeros.
Uno de esos tópicos es la crisis del Fondo Solidario. Hace unos días nos encontramos con la noticia de que el gobierno recortaría para el 2010 las platas destinadas a becas y créditos en cerca de 23.000 millones.
Con este recorte los más perjudicados serían los mechones del próximo año, pero también los alumnos actuales, puesto que coartaría su posibilidad de optar a estos beneficios en el transcurso de su carrera. En palabras simples, si al ingresar a la U tu situación te permite costearte la carrera y en tercer año (por poner un ejemplo) tu capacidad de pago cambia negativamente, no puedes optar a estas ayudas.
Esta situación es injusta, pero no inesperada. El Fondo Solidario es un sistema pésimamente mal organizado y que pierde dinero por todos lados, pues muy poca gente paga una vez egresada, lo que a la larga termina perjudicando a las generaciones venideras, pues el dinero no circula como debiera.
A fin de cuentas el error estuvo en la planificación del sistema, que al ser ‘abusable’ se tradujo en pan para antes y hambre para hoy.
¿Qué hacer?
La respuesta tajante es proponer.
Hay que replanificar el sistema para evitar este tipo de fallas en el futuro, pero para que vuelva a funcionar hay que inyectar más recursos. La ineptitud de quienes crearon el fondo lo convirtió en un saco roto que se traduce en miles y miles de millones.
De partida se debe fijar un Arancel Máximo Tranversal (el cual debe responder al costo y proyecciones de salarios de los estudiantes de cada carrera). Es importante tener en cuenta que existen carreras con alto impacto social y baja rentabilidad, como lo son las artes, las ciencias sociales, las pedagogías, las humanidades y por qué no decirlo, las comunicaciones. La idea es que el Estado se haga cargo de estas carreras y entregue una subvención importante y acorde a la realidad de cada disciplina.
Luego debe dividirse a los estudiantes en ‘deciles’ (dividir la población en diez grupos en lugar de los cinco ‘quintiles’) según sus ingresos familiares y en función de eso subvencionar una parte de la carrera, distinta para cada decil y con la posibilidad de adecuarse a futuros cambios en la situación de los alumnos.
Como ejemplo a todo lo antes dicho, un estudiante de pedagogía del decil más bajo que no haya obtenido ningún beneficio por excelencia académica, debiera pagar un 20% del Arancel Máximo Transversal.
También es importante dar un sobrecrédito a los estudiantes con menores recursos, pues todos sabemos que estudiar es complicado para muchos compañeros y que cada día que se invierte en clases es un día menos de trabajo y por ende, su familia pierde ingresos. Es por eso que es menester que los estudiantes puedan recibir una cantidad de dinero que los ayude a costear tanto los materiales como su vida. En términos concretos, se podría optar a un sobre crédito de un 30% extra.
Claramente el crédito debe irse reajustando de tal manera de que la plata no se pierda por los fenómenos de la inflación. Es por eso que debe fijarse una tasa preferencial que permita a los estudiantes cursar sus carreras y, a la vez, que el dinero retorne al sistema para que las generaciones siguientes puedan utilizarlo.
Finalmente, es clave que se controle el pago de este sistema, es por eso que hay que fijar el pago por planilla desde el séptimo mes de empleo. Es decir que este dinero se descuente directamente del sueldo de los egresados, con un máximo de un 10% mensual dependiendo de cuánto sean los ingresos de las personas en cuestión.
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